La segunda jornada de Simof dejó consigo nueve desfiles y el “Espacio Camino”, pase conjunto dedicado a la moda rociera. “Gaudí” fue el nombre elegido para la colección de Mercedes Maestre, en homenaje a su paisano y donde predominó el azul. A continuación, María de Gracia se retrotrajo hasta los ochenta apostando por una colección curiosa de colores polvorientos solamente rotos por el azul y el mostaza.
Por su parte Antonio Gutiérrez se basó en la estética japonesa para “Madame Butterfly”. El granadino compuso piezas en seda y mikado de seda y coronó a sus modelos con flores de cerezo. Para los complementos el joven eligió a Aralba Verdu. La firma malagueña aportó destellos de brillo con piezas grandes en dorado y plata y piedras de azache, principalmente. Partiendo de la famosa obra de Puccini, Gutiérrez estructuró el pase con una obertura en blanco, seguido de un recitativo en rojo para acabar en un aria de color negro. ¿El coro? El coro fue el público que lo premió con su aplauso.
Patricia Pajares Bazarot optó por una paleta de colores garzos y recurrió al uso de combinaciones de transparencias de plumetti. Inspirándose en el Mediterráneo, era casi obligado que predominaran los vestidos azules y blancos y efectivamente, ellos se llevaron todo el protagonismo. Bazarot compuso una colección sin estridencias, jovial y coqueta rematada por los complementos de Candela Reina.
El desfile de Ana Morón proporcionó carácter y emoción a Simof. La diseñadora fue la que vistió de azul mientras los alemanes iban de gris. Dicho en otras palabras, Ana Morón es Ana Morón y ella se rige por sus propias reglas. La de Umbrete comenzó apostando por caballo ganador: el binomio blanco y negro para pasar a poner el foco sobre salidas monocromáticas que se adornaron con piezas de mantón. Las carruchas y demás adornos transitaron de lo decorativo a lo arquitectónico enriqueciendo los vestidos y dando como resultado una colección llena de energía.
Tras Ana Morón le tocó el turno a Molina. La emblemática casa bebe de su ser y se inspira en la Feria de Abril para confeccionar trajes de patrones clásicos en los que no faltan las sedas bordadas y pintadas, los encajes y el tul.
Aurora Gaviño pisó la pasarela con una puesta en escena muy arbórea a lo Elie Saab en la Semana de la Alta Costura de París mientras sonaba música hipnótica. La diseñadora sigue fiel a su estilo, así pasen los años, y de ello volvió a dar cuenta mostrando una colección colorista en la que no faltaron los volantes de pañuelo (seña de la casa). la mezcla de lunares y los encajes. El ganchillo toma más protagonismo que otros años y desaparecen los detalles metalizados, reservados para las aplicaciones de los trajes de novia.
Javier García sabe que Simof es su gran campaña publicitaria, un espectáculo para epatar y reforzar la imagen de marca, además de una oportunidad para exhibir el saber hacer de la firma. De hecho, el estepeño volvió con una colección reivindicando lo que mejor sabe hacer: los canasteros. García convirtió a las modelos en aspirantes a reina del baile y compuso trajes festivos, de gran volumen y muy trabajados. Bajo una narración coherente, Javier se decantó un año más por el escote en la espalda y las grandes mangas. Vestidos reales para mujeres que quieren sentirse reinas. Porque en este caso, sus clientas son sus divas y él, el modista.
Por último Cristina García mostró un desfile orquestado en aras de lo estético. “Contigo” resultó ser un pase nostálgico (no sólo por las cuestiones personales que lo enmarcaron), sutil y delicado. Con tan sólo dos colecciones profesionales, la visueña se ha alzado como reina de los volantes de tul, creando imágenes efectistas y de gran belleza. La firma mezcla artesanía tanto en los materiales como en las técnicas empleadas dando como resultado caras boquiabiertas (como la de ése fotógrafo internacional que corrió a preguntarme quién era esta chica) y aplausos. García, menuda, siempre trabaja dejando los focos para otros y eso se reflejó en la pasarela: patronaje limpio y juego de volantes. Tal fue el impacto de los vestidos de García que, inexplicablemente, los complementos de Lamágora casi pasaron desapercibidos.
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