Dicen que la objetividad es la virtud del buen periodista. Es por eso que cada vez que Pilar Vera (a la que le tengo un cariño infinito) presenta una colección, dudo mucho si escribir sobre ella o no. Y más en esta ocasión, en la que me he tenido que conformar con las estampas firmadas por mi compañero de fatigas Cayetano Gómez, de Ay, Maricrú!.
Pero no hace falta sentarse en front row para ver de cerca los vestidos de Pilar Vera. De eso se encarga perfectamente la propia diseñadora en su taller de Umbrete, en su nuevo showroom del hotel Cabeza del Rey Don Pedro o bien tomando un café. Precisamente en estas circunstancias fue cuando descubrí por adelantado “Errantes”, su última colección.
Flamencas nómadas, como gitanos transhumantes buscando su suerte. Flamencas que vienen y van, pero donde Pilar es más Vera que nunca. El rojo, ése que tantas sonrisas provoca en la diseñadora cuando algunos cronistillas como ésta que escribe lo calificamos como color propio, fue el protagonista del pase. Y el sempiterno negro, que cual ruleta rusa conforman los fuertes la paleta cromática de Pilar Vera para la próxima temporada.
En cuanto a tejidos, Pilar Vera propuso algodones, sedas, popelines y batistas que construyeron favorecedores vestidos con escotes corazón, canasteros, mangas donde los hombros cobraron protagonismo y donde la tradición del lunar se mezcló con bohemios estampados.
Flamencas de ayer y de hoy para un desfile que colgó el “no hay billetes”. Y es que apostar por Pilar Vera siempre es un valor seguro.