En el mismo lugar donde en otra época paseaban romanos ya no se habla de las reformas del teatro de Itálica, ni de los matrimonios de Tiberio. Indudablemente esta herencia alimenta y explica la colección presentada por Roberto Diz, porque el genio gallego bebe del legado que nos ha dejado el pasado. En “1492” Diz repasa la Historia como no nos la han contado, la cara B del esplendor de los exploradores españoles. El diseñador no se ciega por el brillo de los yelmos y prefiere traer al presente la belleza salvaje y la visión de la derrota, al más puro estilo “Apocalypto”. Un pase inusual que rompe con lo establecido, con los libros de texto y recuerda los agravios del pueblo indígena.
Diz vuelve a alimentar la imagen de iconoclasta y regresa empapado de un espíritu de reinvención. Cuero, mucho cuero y puntos de seda que exploran los límites de los patrones y del propio tejido. Las piezas, surcadas por afinados pliegues, evolucionan mezclando formas y tejidos hasta llegar a las paillettes para la noche. Con esta fórmula bizarra, el diseñador es una de las excepciones en el desértico mundo de las ventas de moda nacional y su firma sigue creciendo a buen ritmo.
Las modelos desfilaron con las manos teñidas de sangre. Y ahí se vislumbró a McQueen y esa sensibilidad suya por la muerte que presagiaba el final que todos conocemos. El rojo, testigo de la barbarie, que contrastó con el verde selva de las prendas. ¿Eso es moda? Sí, lo es. Porque aunque Roberto Diz se deje seducir por el bando de los vencidos, tras su última colección se ha demostrado como un profesional que alimenta el instinto creativo y no el ego. O lo que es lo mismo: un feroz conquistador de la pasarela.
