Regresa Julián Ortiz. Y lo hace con “Nostrummare”, un canto a la esencia sureña en forma de colección que captura el espíritu del Mediterráneo. Lo hicieron Dolce&Gabbana en Capri y, aunque Sevilla no tiene playa, el Altozano huele a mar azul: siente en cobalto y verde, en arena melada y recuerda a paños geométricos de callejones trianeros y retablos de los chapiteles del Santuario de Consolación. Estos motivos son los que tintaron vestidos de noche y faldas con volumen rafsimonianos para la maison Dior. El diseñador sabe a quién mirarse y puestos a buscar paralelismos, si en su debut las prendas regostaban Balenciaga, esta vez bien son los trajes de novia con lazos, que una vez que salten de la pasarela a la calle nos lo imaginamos como el que luciese en su día Mabel Wisse de Holanda firmado por Viktor & Rolf.

El de Utrera presentó una propuesta fundamental para dilucidar el espíritu de la moda de nuestros tiempos. Vestidos ponibles y aptos para personas con cierta sensibilidad a la hora de reconocer (y pagar) la gran calidad de tejidos que emplea Julián Ortiz. El resultado no se muestra como ostentoso, más bien representa el buen hacer de un joven que con tan sólo dos desfiles ya se erige como uno de los preferidos por buena parte de la sociedad sevillana. En la colección de Ortiz se vislumbra una identidad reconocible. El utrerano experimenta, sí, pero sabe cuál es su sitio. Porque el mensaje es lo más importante.

 

Agradecimientos:

-A Mario Niebla por la organización del evento

-A Aníbal González Pinto por la cesión de las fotos. Sin ellas, no hubiera sido posible este post.