Pepín Castillo en el desfile-homenaje de Moda de Sevilla
Pepín Castillo en el desfile-homenaje de Moda de Sevilla

Permitidme la licencia del post de hoy porque se sale de la temática que normalmente versan las entradas. Pero como periodista la actualidad manda y el deseo de rendir homenaje a una persona que admiro, también.

Me entero hoy domingo que ha fallecido el modista Pepín Castillo. Y digo modista y no diseñador porque él pertenecía a la vieja escuela, aquella coetánea de Balenciaga y de desfiles en salones. Cuando alguien muere siempre se suscita el debate de si realmente fue reconocido en vida o no. A Pepín Castillo le otorgaron la Medalla de Oro de la Ciudad de Sevilla, el gremio de Maestros Sastres y Modistas de Sevilla le entregó el Olivo de Plata, la asociación Amigos de la Moda hizo lo propio con el Maniquí de Plata, en 2010 la pasarela Moda de Sevilla le dedicó un desfile-homenaje y ese mismo año vio reunida toda su trayectoria en una exposición titulada “60 años de arte y costura”.

Por si el cariño de sus compañeros en este menester de la aguja y el dedal fuera poco y para aquellos que miden el éxito en función de a quién vistas, entrevistes o de quien te rodeas, Castillo tuvo la oportunidad de trabajar para Audrey Hepburn, Deborah Kerr y de grandes figuras de la copla como Juana Reina, Concha Piquer, Lola Flores o Concha Márquez Piquer.

Con estos antecedentes, siempre he tenido claro que con José Castillo Barragán, Pepín Castillo, era mejor callarse y dejarlo hablar. Hemos coincidido en multitud de eventos (hasta el último momento ha estado al pie del cañón) él tan menudo, con media sonrisa, siempre asido del brazo de alguno de sus compañeros del gremio e inseparable de sus bufandas y corbatas que no dejaban indiferente a nadie la mayoría de las veces. Hablar, hablar,  he charlado con él en muy pocas ocasiones, pero con o sin grabadora por delante, Pepín derrochaba autenticidad, ésa que a veces le hacía decir verdades como puños del mundo de la moda y que alguien más partidario de decir lo políticamente correcto cuando hay prensa delante atajaba con una sonrisa y el siguiente comentario: “¡Qué cosas tiene Pepín!”.

Sí, Pepín tenía muchas cosas incluso cuando soltaba los avíos de costura. Tenía palabras cariñosas para los emprendedores, periodistas, nuevos diseñadores… y frases contundentes cuando había algo que estaba mal. A Castillo, si no lo conocías mucho, como era mi caso, siempre dudabas de si estaba hablando con una clienta de toda la vida o con una señora que acababa de conocer, porque el trato era el mismo. Era una mezcla de moderno y clásico, de trajes que bien valen hoy en día y de recuerdos de cómo se atrevió a introducir minifaldas y transparencias. Era un “modelista”, una palabra hecha a medida para él como esa costura suya a la antigua usanza, tan francesa pero con aires sevillanos.

Poco más puedo decir de Castillo sin un álbum de fotos en blanco y negro en la mano. Estoy segura de que en días posteriores gente más cercana al “modista de las novias” hablarán largo y tendido de él: de cómo prefería cortar cuerpos en los maniquíes, del allure de los 50, de sus encuentros con Imperio Argentina o de sus desfiles en el hotel Madrid.

Descanse en paz, maestro.