Quien no conoce personalmente a Felipe Vivas, difícilmente puede entender la filosofía de Tolentino. Aquel que por primera vez asiste a uno de sus desfiles puede caer en el error de quedarse con la sensación de que sus sombreros “no son para la calle”.
Y parte de razón tiene ese público que estupefacto ve cómo Tolentino muestra creaciones imposibles a base de hueso, madera o metal, entre otros. Sí, verdaderamente aquello no es para la calle porque sus piezas bien podrían -y deberían- exhibirse en un museo.
Pero al igual que le suceden a los grandes artistas, las colecciones de Tolentino tiene varios fondos. En “Entrevista con Caronte” Vivas juega con la dualidad del blanco y el negro, de la vida y la muerte, del mundo de los vivos con el del más allá. Siguiendo con las dos lecturas, tras el trabajo a veces mal entendido del creador se esconden muchos matices.
Tintes de los felices años 20 en los que los europeos organizaban fiestas sin mesura para olvidar el horror de una guerra. Ingenio, evasión o imaginación son algunos de los términos que se nos vienen a la cabeza al contemplar los tocados de Tolentino.
Por la vista entraron y en nuestro cerebro adquirieron referencias a Gaudí, a la arquitectura gótica… Para los que al ver “Entrevista con Caronte” pensaron que esos tocados no eran de este mundo, ¿hay algo más de aquí que los pináculos de la Catedral?
En su pase de Moda de Sevilla vimos además arbotantes, rosetones y un minucioso trabajo en croché. Son los lujos que sólo los genios como Vivas pueden permitirse.
Porque lo suyo tiene algo de épico y de idealismo cervantino y porque ya lo decía don Quijote: “Ladran, Sancho, señal de que cabalgamos”. Y a este hidalgo, por suerte, le queda mucha carrera por delante.
Magnífico Victoria! Grandes “Tolentino Haute Hats”!