2016 está siendo sin duda un año de cambios en la moda flamenca. En menos de un trimestre hemos asistido a cambios de pasarelas, el resurgir de algunos, la vuelta de otros, nombres erigidos, otros que por no estar en el foco se olvidan… pero lo cierto es que Simof arrancó atendiendo a eso del laissez faire. Y precisamente porque le monde va de lui même, a la primera jornada no le afectó demasiado los vaivenes del mundillo.  Y Lina fue Lina y la maestra inauguró la pasarela con Pareja Obregón al piano y los complementos de Enrique de la Flor. De hecho hablando con Lina años ha me comentó que: “Si no tuviera que dar de comer a gente, regalaría mis trajes ¡no se puede cobrar por algo tan bonito!”. Gracias a esa idea de la moda flamenca como un regalo para las mujeres a su imagen y semejanza, vimos vestidos de aires goyescos, más innovadores junto a la línea Esencial, llena de los patrones clásicos y enaguas de organdí, sellos de la casa. ¿Novedad? Lina sustituye las flores en la cabeza y propone lazos de tafetán para ir a la Feria.

A continuación, Aldebarán se desmarcó totalmente y quienes fueron al desfile buscando volantes, se equivocaron. La cordobesa sustituyó a sus paisanos sombreros por bombines (Fernández y Roche) y un estilismo propio de Lady Mary. Precisamente la campiña inglesa fue su punto de inspiración.

Y de Balmoral la pasarela viajó a los tablaos y el café cantante de antaño. Pilar Vera hizo un repaso por la evolución del traje de flamenca: de La Niña de los Peines a Antoñita Peñuelas, del lunar, vestidos de percal y el talle alto a las mangas al puño y los escotes de hombros caídos. Destacaron los mantoncillos bordados, la profusión de volantes de algunos vestidos y la combinación con los complementos de Lamágora. En definitiva, Pilar Vera supo marcar nuevos territorios con un bello resultado.

Amparo Pardal tomó prestado del Art Nouveau formas sinuosas y la diseñadora presentó vestidos acordes a su fuente de inspiración con abundantes superposiciones. Por su parte, en Álex de la Huerta vimos una vocación subliminal de cambio: de los pasteles del año pasado al riguroso al total black como si de una película ochentera de David Lynch se tratara; negro, mucho negro, para mujeres flamencas que se sienten seguras de sí mismas.

El siguiente en pisar la pasarela fue Pedro Béjar y “La versión de Manuela” con la que defendió su merecida Mención Especial obtenida el año pasado en el Certamen de Noveles. Béjar se hace mayor y con él, sus trajes. Continúa apostando por el volumen en sus faldas y ese regusto de flamenca clásica por la que no pasa el tiempo. La pureza del blanco contrastó con las salidas buganvilla o el cierre en rojo de Eva González. Pero siempre estuvo presente la delicadeza del blanco en sintonía con la pureza de los cortes. Béjar ha trabajado los estampados y para ello se ha servido del ilustrador Carlos Buendía, que cuenta en su haber por haber trabajado en varias ocasiones con la casa Loewe. A pesar de su corta trayectoria, en Béjar ya se vislumbra una continuidad en cuanto a estilo. No vimos nada inesperado, más bien lo contrario, una gran progresión de alguien que llegará a ser formidable.

Moda cercana y personal es lo que nos trajo Patricia Bazarot: salidas en negro combinadas con otros tonos como nude, menta o blanco. “Mujer de mil batallas” fue un homenaje a las valientes que luchan contra el cáncer, pero también una propuesta que relajó su discurso en cuanto a formas y colores:  trajes enterizos con nesgas abiertas y volantes canasteros.